La ciudad.
No husmean manadas de lobos en la entrada de la ciudad, ni aguarda Caronte en una barcaza sobre el lago Estigia. Sólo indigentes envueltos dentro de abrigos raídos o guardapolvos, arropados en cartones o en periódicos amarillentos como la bilis, solo el asfalto turbulento, charcos de gasolina insinuando el arco iris, luces frías e interminables, los contenedores abiertos como escaparates, sólo largas paredes de metal opaco constituyendo una muralla de diapasones, inscripciones xenófobas y desperados mensajes de amor, todas las calles tienen una lapida donde enseñar su nombre y las persianas se cierran con ruido de cargar escopetas. Hace frió esta noche. A lo lejos centellean las pirámides y crecen los puentes de edificio en edificio, y las pantallas donde se anuncia o se divierte o se advierte o se vigila y los neones iluminando con tiento el cielo instalado en la ceniza, resplandores plateados y susurros y mentiras y todo el miedo del mundo en el zumbido de las líneas telefónicas y la muerte palpita, galopa sobre las aceras, omnipotente como la oscuridad, y toda la tristeza del mundo brillando sobre la ciudad enferma. Bienvenido, viajero, bienvenido al infierno.
5 comentarios
lobo -
imma -
silvia -
jio -
si y no.
pero tu texto me ha gustado polux.
piruleta -
Un saludico!